NOMBRE:
Hans
Milch
CLAN:
Malkavian
FECHA
DEL ABRAZO: (15/04/1994)
APARIENCIA/ROPAJE
HABITUAL: Su
atuendo no goza de mucha variedad puesto que casi siempre lleva las
mismas ropas arapientas: Una camisa interior blanca tapizada con
manchas aceitosas y marcas de suciedad que ningún lavado sería
capaz de quitar. Sobre esta, luce un jersey ocre de lana que le queda
varias tallas demasiado grande y el cual se ata a la cintura con un
nudo en las estaciones calurosas.
Su
chaqueta es delgada y de un material sintético, combinando colores
azules y verdes; y se abre por delante con una cremallera estropeada
que no cierra.
Usa
unos pantalones tejanos deshilachados que se mete por dentro de las
botas de montaña sin cordones.
Sustituye
eventualmente sus prendas con lo que logra encontrar en los deshechos
ESTUDIOS: Tras
terminar su educación obligatoria ingresó en el conservatorio
Volksholchschule con un grado elemental en violín, y allí continuó
con sus estudios musicales de grado medio durante 6 años
introduciéndose en el uso del piano. Pasó dos años Berlín
llevando a cabo una especialización profesional en composición y
dirección de orquestra. Tras su abrazo no volvió a tocar el violín
profesionalmente nunca más.
HISTORIA
…mmh
que cuál es mi historia, eh? esa es una buena pregunta. Si alguna
vez se la conté a alguien no lo recuerdo.
Exacto,
eso es lo que me gusta de la gente de la calle, nosotros no juzgamos,
no necesitamos hacerlo. Por eso puedo ser sincero contigo, amigo.
Fui
rico una vez. Apuesto a que has oído esa coletilla un centenar de
veces por estos lares. Oh, pero yo lo fui de verdad. Bueno, de hecho
eran mis padres los ricos: Burguesía alemana de la más pudiente. Mi
padre era el amo de cinco fábricas textiles en las zonas rurales del
norte. Una pequeña herencia de mi abuelo que supo manejar e hizo
crecer a medida que sus amigos nacional socialistas ganaban poder.
Supongo que eso era exactamente lo que se esperaba que yo hiciera con
el legado.
Mis
padres eran un poco más mayores de lo normal cuando yo nací.
Haciendo puzles con varias conversaciones posteriores entre otros
familiares entendí que llevaban mucho tiempo tratando de tener hijos
por todos los medios y hasta que no desistieron, no aparecí yo
milagrosamente.
Si,
yo era más bien un chico introvertido. Pues raras veces me
relacionaba con niños de mi misma edad. Era un niño obediente:
Acudía a clases, sacaba buenas notas y tenía pocos amigos. De hecho
solo recuerdo a uno: Friedrich Kürtz, de buena familia también,
claro. No todos se podían permitir mandar a sus hijos a una escuela
de élite en pleno apogeo del nazismo. A Fred le costaban las
matemáticas, y creo que fue el único buen amigo de verdad que jamás
he tenido. A la hora del recreo nos juntábamos y escribíamos
poesía; Pau era bueno para eso.
Una
hora todos los días, yo ensayaba con el maestro Leonardo Moschino, y
en los festivos nos dedicábamos toda la tarde a la práctica del
violín. Era un chico disciplinado.
Vaya,
¿ya adivinaste lo que llevo en el estuche? bueno... de acuerdo,
luego te tocaré algo …quizás.
La
cuestión es que cuando entré en el conservatorio, no volví a ver a
Fred. Pero en su lugar, conocí a Judith mi primer y único amor.
Hasta entonces no había tenido la oportunidad de acercarme a ninguna
mujer puesto que solo había acudido a escuelas de chicos y la verdad
es que les tenía pánico a aquellos desconocidos seres que el padre
Joseph en la iglesia decía, fueron creadas para sembrar el caos y la
discordia. ¡Já! Es interesante como esos cabronazos lo pintan para
que los chiquillos se acerquen sin miedo a hacerles una paja. No fue
este mi caso, pero en efecto recibí una educación católica con
todos los sacramentos incluidos.
Si,
también el matrimonio. Con Judith, por supuesto. Pero como te estaba
diciendo, yo era tímido y me aterrorizaban las mujeres en aquel
entonces. No significa que lo hayan dejado de hacer, pero ahora se
disimularlo mejor. Por lo tanto fue ella quien se acercó a mí.
No
hay mucho que destacar de esta parte de mi vida: el estudio y el
festejo con Judith ocupaban todo mi tiempo. Tan pronto como
terminamos nuestros estudios, celebramos la boda y nos trasladamos a
Berlín donde los contactos de mi padre me conseguirían un trabajo
de profesor y la oportunidad de estudiar con Herr Wilhelm
Furtwängler, uno de los mejores compositores alemanes del momento.
Mis
estudios superiores en Berlín no se alargaron mucho, pues la noticia
de la muerte de mi padre nos sorprendió a todos solo dos años
después de que nos hubiéramos trasladado a la capital. Con Judith
embarazada de nuestro segundo hijo, emprendimos el viaje de regreso
Por
azares del destino, aquel mismo verano mi maestro que parecía gozar
de plena salud murió en el estudio de Orainerburgen Strasse, pasando
a los anales de la historia como uno de los mejores músicos del
siglo XX y concediéndome el honor de haber sido su último pupilo.
(1954) Lo que me brindó la fama suficiente para poder excusarme de
tomar la posición de mi padre como un importante director en la
industria textil de la que prácticamente no sabía nada y dedicarme
a lo que en realidad había sido mi sueño inalcanzable: Me convertí
en director de orquestra.
¿Cómo?
Pues claro que no has oído hablar de mí. En aquel entonces tú
todavía debías ser un bebé si es que habías nacido. Ah, ya sé
que no parezco tan viejo. Gracias por el cumplido, pero pronto
llegaremos a ese punto.
Bien,
pues como te decía, ahora tenía todo lo que un hombre puede desear
en la vida: Dos pequeñines, una mujer encantadora, una herencia
sustanciosa y el trabajo de mis sueños.
Bien,
pues lo que cuesta una vida conseguir se va a la mierda en lo que
dura un pestañeo. Tan fácil como llegar un día a casa tarde
después de las cenas de rigor que suceden a un concierto y encontrar
tu hogar en llamas con los niños dentro.
Un
descuido de mi mujer, quien salió a buscar no sé qué mierdas y se
dejó el gas abierto. No fue una gran ventaja que fuera la única
superviviente del incendio puesto que dos semanas después se colgó
en el salón de nuestro nuevo apartamento.
Todos
se compadecen del pobre desgraciado, pero nadie quiere contratar a un
tipo que se ahoga en alcohol y cuyos rumores de traer mala estrella a
todo lo que toca se expanden como la pólvora. No les culpo. Mis dos
intentos de salir a flote fueron un completo desastre y con ellos
conseguí incluso hundir el sólido imperio que tanto le había
costado construir a mi padre.
Veía
el ángel de la muerte en cada una de mis desgracias. Si,
literalmente, el diablo se presentaba cada vez que iba a suceder algo
terrible: Lo vi en la ventana de mi apartamento en llamas cuando
mis hijos quemaron hasta los huesos. Era una silueta negra que me
observó un segundo antes de desaparecer. Luego me lo cruce en la
calle, llegando a casa el día que mi esposa se quitó la vida.
Me
perseguía. Me atormentaba, y sus apariciones eran cada vez más
frecuentes. Cuando me comunicaron que las últimas empresas de mi
padre habían quebrado, cuando me dieron aquella paliza en el
callejón y me robaron todo lo que traía, cuando estaba tan borracho
que no distinguía la realidad del sueño; y en mis pesadillas,
cuando arrasaba con todo y me cubría con unas grandes alas negras y
me arrastraba hacia los más dantescos infiernos.
Pero
fue cuando mi madre, el último miembro de mi familia directa con
vida, estaba en su lecho de muerte víctima de una demencia
degenerativa grave, cuando empecé a hablar con aquella encarnación
de la muerte.
Venía
muchas noches a visitar a la débil mujer y se sentaba a su lado
conmigo; yo le contaba mis problemas y le rogaba que se la llevara y
que me llevara con ellos también. Aquel ángel me consolaba y me
hablaba de la libertad cada vez que le preguntaba el por qué del
tormentoso asedio que cometía contra mí.
“Únicamente
cuando se pierde todo, se es libre para actuar. Te quiero, y quiero
que seas libre cuando te lleve”
A
veces pasaba toda la noche con nosotros y cuando me despertaba a
media mañana, había desaparecido. Otras veces solo se quedaba un
rato, o traía flores y se marchaba.
Mi
madre murió el 15 de Abril de 1994. Aquella noche, mientras lloraba
las últimas lágrimas tirado al lado de un cubo de la basura. Volvió
a venir aquel hombre.
“Encontré
la libertad” Le
dije entre sollozos sin ninguna entonación en la voz. “Perder
toda la esperanza era la libertad”
Sentía
cada palabra que decía. Estaba loco y desolado hablando con la
muerte, y ya no me quedaba nada. No esperaba que me llevara con mi
madre, con toda probabilidad eso nunca ocurriría. Me sentía libre
sí, pero para nada aquel sentimiento me reconfortaba lo más mínimo.
Entonces
me respondió con la sonrisa de alguien que se reencuentra con un
viejo amigo.
“Al
fin mereces el regalo que estuviste implorando. Hoy morirás. Hoy te
traeré a mi mundo”
Morí
y permanecí como el cadáver que ahora ves en frente tuyo. Un cuerpo
que necesita sangre para seguir existiendo. Un vampiro.
Me
llevaron a fiestas y salones; conocí al príncipe y algunos
consejeros. Otros como yo pero más viejos. Me contaron las reglas,
me contaron sobre la enfermedad de los que comparten mi linaje más
directamente: la locura. Oh, yo creía que ya estaba loco antes de
ser abrazado, hablando con la muerte, maldecido por la providencia de
Dios.
No,
en mi caso el abrazo hizo todo lo contrario. Me curó de estas
dementes creencias. Comprendí que si la parca existía, esta no la
encarnaba mi mentor y me di cuenta que la mala estrella que me
perseguía no era otra cosa que la diversión de éste al tratar de
enseñarme los principios despiadados de lo que sería mi futura
naturaleza.
Nunca
enloquecí. Al contrario, mis sentidos se agudizaron como si de
repente el verdadero entramado del mundo se manifestara frente a mí.
A partir de entonces pude ver la verdadera profundidad de las cosas
que me rodeaban. Ver que todo está formado por otros elementos y que
su configuración sigue un patrón tan complejo que es casi imposible
de descifrar. El único problema era que a veces me costaba enfocar
de nuevo la percepción hacia el punto de vista superficial des del
que los demás lo analizan todo; me costó tiempo no parecer un
completo idiota frente a los otros, y con la música nunca lo logré:
Ahora puedo tocar “la furia de las primeras gotas de lluvia en el
atardecer de un día de primavera” pero ya nunca nadie me
apreciaría como el gran director y compositor que una vez fui.
Puse
en práctica las ideas que mi sire me inculcó de aquella forma
extrema. La libertad me impedía depender de nadie ni nada y por eso
empecé a llevar la vida del vagabundo que soy ahora.
Un
monstruo sin dinero pero libre por encima de todas las cosas.
Y
ahora dime, ¿sigues queriendo que te toque algo o has cambiado de
opinión?
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